viernes, 19 de febrero de 2010

Angeles prestados (A Albertito, suavidad y ternura de amor eterno)



En la vida pedimos ayuda para entender la vida.

Todos, desde algún lugar de nuestro corazón, más que desde la lógica racional de la Tierra, quisiéramos tener una ayuda divina inmediata, un ser que custodie nuestros pasos para no errar el camino.

Así recordamos la idea de la existencia de los ángeles. Y tal vez nos preguntemos sobre la realidad de esos Seres libres de dogmas, de doctrinas y convenciones religiosas. Y sentimos que existen, sí, pero más allá de las ideologías y de las épocas.

Son energías que provienen del corazón de la Verdad Universal. No fueron gestados por hombres y mujeres imperfectos, tampoco por semidioses ni dioses del Olimpo. Existen desde siempre, en el Núcleo de la Vida Universal, en un nivel de consciencia que todavía nos cuesta comprender. Estamos muy ciegos y sordos (aún con el perfecto funcionamiento de esos sentidos) para aceptar la maravillosa fuente del amor incontaminado que rige al universo y pone todo en su lugar y en su tiempo. Ese orden se debe y se mantiene, muchas veces, por la obra de los ángeles.

Porque nosotros, sin querer admitirlo, somos casi la antítesis. Vivimos contrariando las Leyes y después nos quejamos cuando, al pretender doblegarlas o no cumplirlas, esas mismas Leyes, nos sacuden y reubican en el camino que debemos recorrer para evolucionar y regresar a casa.

Los ángeles llegan a nuestra vida camuflados, en forma humana, sin alas físicas, como amigos, hijos, o instructores… y no los reconocemos. No terminamos de entender su palabra pacificadora, ordenadora. Sólo queremos escucharlos siempre que coincidan con nuestra limitada capacidad de comprensión.

Pero ellos no son sobornables, ni se distraen. Cuando integran nuestras familias, o componen el aula en una escuela, cuando irrumpen en un grupo cualquiera para dar su ayuda de orientación, y recuperación del valor esencial, solemos desoírlos y hasta contradecirlos. Y opinamos con mucha liviandad: “es alguien que piensa distinto”, casi desmereciendo su altísima capacidad de amor y servicio.

Muchas veces, permanecen un pequeño período en nuestro mundo material. Otras, son varios años los que le regalan a la familia o sociedad que los alberga. Y siempre dejan su marca, su huella de pasos sutiles, pero tan bien asentados en la verdad. Algunos de esos ángeles, son maestros, médicos, escritores, artistas, pero siempre los distingue su mesura, su sensatez. Son como flores humanas de fragancia celestial. Tienen cuerpos y nombres terrenales. Y hay gente que tiene el privilegio de conocerlos.

Yo los tuve y los tengo. Y les doy gracias a todos mis ángeles, por haberme dado el privilegio de compartir su tiempo por aquí, por el plano denso, donde sigo caminando con sus enseñanzas.

Pero los ángeles están prestados, pasan por la Tierra y luego, en algún momento Dios los recupera. Entendamos que los había mandado sólo a cumplir con lo que tan bien han hecho.

Yo no olvido (y nunca lo haré) que no nos pertenecen… por eso siguen su camino de luz hacia la Luz.

(Anónimo)

1 comentario:

  1. Es cierto María, los Ángeles llegan a nuestra vida desde el Corazón de Dios, démosle la bienvenida y las gracias por tocar nuestros corazones!

    Abrazos!

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Gracias!!