lunes, 28 de junio de 2010

Julio Cortázar: Cronopios y famas. Y lobos esteparios de Hesse






Para tí;  mitad cronopio, mitad lobo estepario...miento....completamente cronopio y completamente lobo estepario. Gracias por ser como eres...por todo lo que das...por ser uno de mis locos... y por vivir la vida como la vives. Tu alma no está fría, las almas frías ni sienten ni padecen porque no están "vivas".
He enviado al sol y a todas las estrellas del firmamento para que llenen tu corazón y tu alma de besos y arcoiris... y te llegue toda la calidez y la luz de todo el universo.


Hermann Hesse. El lobo estepario.


Es algo hermoso esto de la autosatisfacción, la falta de preocupaciones, estos días
llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer,
donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas. Ahora bien, conmigo se da el
caso, por desgracia, de que yo no soporto con facilidad precisamente esta
semisatisfacción, que al poco tiempo me resulta intolerablemente odiosa y repugnante, y
tengo que refugiarme desesperado en otras temperaturas, a ser posible por la senda de
los placeres y también por necesidad por el camino de los dolores. Cuando he estado
una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e insípida soportabilidad de
los llamados días buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan
doloroso y de miseria, que al dormecino dios de la semisatisfacción le tiraría a la cara
satisfecha la mohosa lira de la gratitud, y más me gusta sentir dentro de mí arder un
dolor verdadero y endemoniado que esta confortable temperatura de estufa. Entonces se
inflama en mi interior un fiero afán de sensaciones, de impresiones fuertes, una rabia de
esta vida degradada, superficial, esterilizada y sujeta a normas, un deseo frenético de
hacer polvo alguna cosa, por ejemplo, unos grandes almacenes o una catedral, o a mí
mismo, de cometer temerarias idioteces, de arrancar la peluca a un par de ídolos
generalmente respetados, de equipar a un par de muchachos rebeldes con el soñado
billete para Hamburgo, de seducir a una jovencita o retorcer el pescuezo a varios
representantes del orden social burgués. Porque esto es lo que yo más odiaba,
detestaba y maldecía principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta
salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y
próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente.
En tal disposición de ánimo terminaba yo, al oscurecer, aquel día adocenado y
llevadero. No lo terminaba de la manera normal y conveniente para un hombre algo
enfermo, entregándome a la cama preparada y provista de una botella de agua caliente
a modo de imán; sino que insatisfecho y asqueado por mi poquito de trabajo y
descorazonado, me calcé los zapatos, me embutí en el abrigo, dirigiéndome a la calle
rodeado de niebla y oscuridad, para beber en la hostería del Casco de Acero lo que los
hombres que beben llaman «un vaso de vino«, según un convencionalismo antiguo.
Así bajaba yo, pues, la escalera de mi sotabanco, estas penosas escaleras de la tierra
extraña, estas escaleras burguesas, cepilladas y limpias, de una decentísima casa de
alquiler para tres familias, junto a cuyo tejado tenía yo mi celda. No sé cómo es esto,
pero yo, el lobo estepario sin hogar, el enemigo solitario del mundo de la pequeña
burguesía, yo vivo siempre en verdaderas casas burguesas. Esto debe ser un viejo
sentimentalismo por mi parte. No vivo en palacios ni en casas de proletarios, sino
siempre exclusivamente en estos nidos de la pequeña burguesía, decentísimos,
aburridísimos e impecablemente cuidados, donde huele a un poco de trementina y a un
poco de jabón y donde uno se asusta, si alguna vez se da un golpazo al cerrar la puerta
de la casa o si se entra con los zapatos sucios. Me gusta sin duda esta atmósfera desde
los años de mi infancia, y mi secreta nostalgia hacia algo así como un hogar me lleva,
sin esperanza, una y otra vez, por estos necios caminos.
Así es, y me gusta también el contraste en el que está mi vida, mi vida solitaria,
ajetreada y sin afectos, completamente desordenada, con este ambiente familiar y
burgués. Me complace respirar en la escalera este olor de quietud, orden, limpieza,
decencia y domesticidad, que a pesar de mi odio a la burguesía tiene siempre algo
emotivo para mí, y me complace luego atravesar la puerta de mi cuarto, donde todo
esto termina, donde entre los montones de libros me encuentro las colillas de los
cigarros y las botellas de vino, donde todo es desorden, abandono e incuria, y donde
todo, libros, manuscritos, ideas, está sellado e impregnado por la miseria del solitario,
por la problemática de la naturaleza humana, por el vehemente afán de dotar de un
nuevo sentido a la vida del hombre que ha perdido el que tenía.
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Con fingida alegría me puse a trotar sobre el asfalto de las calles, húmedo por la
niebla. Las luces de los faroles, lacrimosas y empeñadas, miraban a través de la blanda
opacidad y absorbían del suelo mojado los difusos reflejos. Mis años olvidados de la
juventud se me representaron; cuánto me gustaban entonces aquellas noches turbias y
sombrías de fines de otoño y del invierno; cuán ávido y embriagado aspiraba entonces el
ambiente de soledad y melancolía, correteando hasta media noche por la naturaleza
hostil y sin hojas, embutido en el gabán y bajo lluvia y tormenta, solo ya en aquella
época también, pero lleno de profunda complacencia y de versos, que después en mi
alcoba escribía a la luz de la vela y sentado sobre el borde de la cama. Ahora ya esto
había pasado, este cáliz había sido apurado, y ya no me lo volverían a llenar. ¿Habría
que lamentarlo? No. No había que lamentar nada de lo pasado. Era de lamentar lo de
ahora, lo de hoy, todas estas horas y días que yo iba perdiendo, que yo en mi soledad
iba sufriendo, que ya no traían ni dones agradables ni conmociones profundas. Pero,
gracias a Dios, no dejaba también de haber excepciones: a veces, aunque raras, había
también horas que traían hondas sacudidas y dones divinos, horas demoledoras, que a
mí, extraviado, volvían a transportarme junto al palpitante corazón del mundo. Triste y,
sin embargo, estimulado en lo más íntimo, procuré acordarme del último suceso de esta
clase. Había sido en un concierto. Tocaban una antigua música magnífica. Entonces,
entre dos compases de un pasaje pianístico tocado por oboes, se me había vuelto a abrir
de repente la puerta del más allá, había cruzado los cielos y vi a Dios en su tarea, sufrí
dolores bienaventurados, y ya no había de oponer resistencia a nada en el mundo, ni de
temer en el mundo a nada ya, había de afirmarlo todo y de entregar a todo mi corazón.
No duró mucho tiempo, acaso un cuarto de hora; volvió en sueños aquella noche, y
desde entonces, a través de los días de tristeza, surgía radiante alguna que otra vez de
un modo furtivo; lo veía a veces cruzar claramente por mi vida durante algunos minutos,
como una huella de oro, divina, envuelta casi siempre profundamente en cieno y en
polvo, brillar luego otra vez con chispas de oro, pareciendo que no había de perderse ya
nunca, y, sin embargo, perdida pronto de nuevo en los profundos abismos. Una vez
sucedió por la noche que, estando despierto en la cama, empecé de pronto a recitar
versos, versos demasiado bellos, demasiado singulares para que yo hubiera podido
pensar en escribirlos, versos que a la mañana siguiente ya no recordaba y que, sin
embargo, estaban guardados en mí como la nuez sana y hermosa dentro de una cáscara
rugosa y vieja. Otra vez tomó la visión con la lectura de un poeta, con la meditación
sobre un pensamiento de Descartes o de Pascal; aún en otra ocasión volvió a surgir,
estando un día con mi amada, y a conducirme más adentro en el cielo. ¡Ah, es difícil
encontrar esa huella de Dios en medio de esta vida que llevamos, en medio de este siglo
tan contestadizo, tan burgués, tan falto de espiritualidad, a la vista de estas
arquitecturas, de estos negocios, de esta política, de estos hombres! ¿Cómo no había yo
de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos
fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención? No puedo aguantar
mucho tiempo ni en un teatro ni en un cine, apenas puedo leer un periódico, rara vez un
libro moderno; no puedo comprender qué clase de placer y de alegría buscan los
hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, en los cafés repletos de
gente oyendo una música fastidiosa y pesada; en los bares y varietés de las elegantes
ciudades lujosas, en las exposiciones universales, en las carreras, en las conferencias
para los necesitados de ilustración, en los grandes lugares de deportes; no puedo
entender ni compartir todos estos placeres, que a mí me serían desde luego asequibles y
por los que tantos millares de personas se afanan y se agitan. Y lo que, por el contrario,
me sucede a mí en las raras horas de placer, lo que para mí es delicia, suceso, elevación
y éxtasis, eso no lo conoce, ni lo ama, ni lo busca el mundo más que si acaso en las
novelas; en la vida, lo considera una locura. Y en efecto, si el mundo tiene razón, si esta
música de los cafés, estas diversiones en masa, estos hombres americanos contentos
con tan poco tienen razón, entonces soy yo el que no la tiene, entonces es verdad que
estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario que tantas veces me he
llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es extraño e incomprensible, que ya
no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni su alimento.

Hermann Hesse. El lobo estepario.

11 comentarios:

  1. Mária, yo también opino que ese ser tan adorable no tiene un alma fría, ni mucho menos, solo tuvo una pesadilla de esas que creemos estar viviendo y por eso no se atrevía ni a poner los pies en el suelo (me encantó como lo describió todo, me tuvo en alerta hasta el final, como siempre).
    Esperemos que nuestra querida alma vuelva pronto por estos mundos virtuales, y que no se pierda mucho tiempo por esos bosques que tanto le gustan recorrer, como a un lobo salvaje que busca su ansiada libertad, o por donde ande ;)
    Nena, no me he leido el lobo estepario, pero si no recuerdo mal estaba entre los libros de mi padre, asi que lo buscaré ;), gracias Sirena por traer estas letras por aquí, me parece una lectura muy pero que muy interesante. Muchas almas andan sueltas por este mundo... como lobos y lobas estepari@s.

    Mária, beeesos y que tengas una buena semana.

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  2. Hola María!! Qué dos escritores amiga!! Amo a Cortazar y Hesse junto con Chandler fueron de los que pude aprender lo que es la novela de ese género y después escribir mis dos novelas. Autores maravillosos, qué buena elección!!
    Feliz semana dulce!!
    Besosssssss

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  3. Que hermoso regalo.
    Debe estar feliz con él.

    Besos.

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  4. María, guapis, yo como Isora no me he leído el lobo estepario, libro que siempre ha estado entre mis pendientes porque Hesse me gusta mucho! Cortazar un grande! Pero quiero decir algo sobre la canción que has puesto más arriba porque fue el primer disco que me compré en mi vida!!! cuando era peque. Recuerdo que era un single, uno de esos discos pequeños de 45 r.p.m. Esa canción me ENCANTA!!!


    Besos y abrazos.

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  5. Yo pensé que el Lobo estepario lo había leido toooodo el mundoooo y veo que noooo....nunca es tarde.
    Y Vida, no se a tí la canción pero a mí me lleva a viajar por otros mundos llenando mi alma de no sé bien explicar qué. Uao!!!
    Gracias a todos por comentar...siempre.

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  6. Quien dijo que es malo el frío?
    Qué alma es fría?
    Son palabras.
    Sólo palabras.

    Un beso.

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  7. Hoy no te llamaré "cielo", hoy te llamaré Corazón, porque es lo que eres, una enorme colección de latidos atrevidos e irregulares, todos ellos anudados bajo una piel que los camufla... Sí, Corazón, sí que está fría... Y por eso la etiqueta que puse no fue "Cuento cuentos", fue "Teselas"... teselas que vienen a incrustarse en el barro informe que aún soy, que seré siempre, teselas que son cachos de una vida que intento unir bajo mi piel. Así te lo digo, igual que también te digo que es un honor contarme entre "tus locos", que me llega ese calor que envías y que esta noche me has sacado de mis vacaciones momentaneas de letras para decirte todo esto, porque así lo he sentido, porque los lobos esteparios, aún con el alma fría, pueden resultar atrevidamente incendiarios. Me ha encantado Cortázar (ya lo sabías) y en cuanto a Harry Haller... ya entenderás que la diferencia entre la locura y la cordura, demasiadas veces, es sólo cuestión de convencionalismos. Besos de los de verdad, Mária, aún sin conocerte. Y un abrazo puesto a calentar antes de enviártelo. Estaré aunque no esté, que para eso tú ya sabes dónde estoy.
    J.

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  8. Cortazar es uno de esos autores malditos para mi,nunca he podido con él.Sé que está considerado como uno de los grandes,pero si no me llega,es que no me llega!!

    Hesse,ha sido un maestro para mi.Recuerdo la primera vez que leí el Lobo Estepario:me enfrasqué en el estudio de toda su simbologia y se me abrieron mundos desconocidos para mi y muy enriquecedores.
    Es un libro que me marcó mucho y creo que para bien.

    Gracias Maria,ha sido un deleite este recordatorio.Besos

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  9. Me emocionó tu comentario en mi blog y no podía hacer otra cosa que venir a devolverte la visita.
    Me encuentro un blog maravilloso, que seguiré leyendo poco a poco.

    Mil gracias.

    Me gusta, además de la cita de Hölderling, la canción Eye in the sky.... ;)
    Son hermosas, ambas, ¿verdad?

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  10. Dayana, me gusta tu sinceridad. Nadie se atreve con los que son considerados "grandes". Y si no te llega, no te llega. Yo lo intenté durante un tiempo con la cerveza, pero no hubo manera. Desde entonces pruebo... y lo que me gusta me gusta y lo que no pues no lo fuerzo.

    Sí Mar, además de la frase, luego te "robé" el video. Me encanta y me llena de sensaciones. Gracias por pasar por aquí y por quedarte.
    Besos

    Gracias, gracias, gracias

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  11. Leí ese libro cuando tenía 20 años...y sabes una cosa?

    Segun pasan los años, las personas cambian, igual que algunas ideas, lo que no cambia es la esencia.

    Por eso los libros habría que leerlos cada 3 años..jajaja!!

    Estupendos autores María, gracias por traerlos a tu casa!

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Gracias!!