martes, 6 de abril de 2010

Amor o dependencia


Las relaciones son, o deberían ser, un apoyo para nuestra vida. Las relaciones suponen, o deberían suponer, un intercambio de felicidad y amor. Las relaciones armónicas son la base para crear, generar y realizar proyectos en común. Gracias a la cooperación, logramos nuestros objetivos.
Hoy, cuando pregunto a la gente cuáles son los diferentes factores que causan estrés, preocupaciones y sufrimiento, una de las principales respuestas se centra en las relaciones. Las relaciones se han convertido en una causa de atadura y dolor. En vez de confianza parece que domina el miedo. En una relación de amor -sea familiar, sea de amistad- el miedo nos impide desarrollar y expresar todo nuestro potencial, con lo que dejamos de ser nosotros mismos y tememos compartirnos abiertamente.
Debido a las carencias afectivas y a la falta de autoestima, para aprender a querernos necesitamos que otra u otras personas nos valore, nos aprecien, nos necesiten, nos quieran. Aun así, no acabamos de aprender a querernos a nosotros mismos y seguimos dependiendo y preocupándonos, por lo que los demás puedan decir, pensar o sentir sobre nosotros.
Tienes miedo a la respuesta de los demás, temes que te digan algo que te hiera. Estos temores surgen de la dependencia emocional y afectiva con esa o esas personas.
Con esta dependencia entramos en una dinámica de complacer a los demás para que sigan apreciándonos. Basamos nuestra autoestima y seguridad personal en el aprecio de esas personas. Dejamos de actuar de manera natural, libre y espontánea porque nos preocupa complacer a aquel de quien estamos tomando un apoyo, sea mental, emocional o físico.
En esta dinámica de dependencia entra el miedo: miedo a perder el apoyo de esa persona, miedo a que se enfade, miedo a que deje de apreciarnos, miedo a que deje de apoyarnos, miedo a que dejemos de gustarle, miedo a que nos rechace, etc. Ese miedo es una señal que nos advierte de nuestras carencias afectivas y de nuestra falta de autoestima.
Hay personas que, después de entrar en una dinámica de dependencia y de sufrir por ello, dejan esa relación con el objeto de librarse de la angustia que les provoca. Luego entran en otra relación, en la que vuelven a general esa misma dinámica. La solución no está en un cambio de relación con otra persona, aunque en ocasiones eso pueda ayudarnos. Si internamente no cambiamos esa dinámica y no aprendemos a tener una base sólida de autoestima, seguiremos dependiendo del aprecio y el afecto de los demás, para apreciarnos y amarnos a nosotros mismos.
A no ser que aprendamos y logremos liberarnos de esta tendencia a depender, seguiremos teniendo carencias afectivas y emocionales, y un vacío interior.
Al depender de alguien es como si le diéramos permiso de manejar, dominar y entrar en nuestro corazón y en nuestra vida hasta el punto en que, en algunos momentos, nos sentimos vulnerables, heridos o decepcionados por ella.
Debemos aprender a querernos para no seguir dependiendo y preocupándonos por la opinión de los demás. Ninguna persona puede satisfacer nuestras carencias al 100%; una nos ayudará en un aspecto y otra en otro, pero cuando la relación se convierte en una dependencia y una atadura, esa ayuda a veces se vuelve en contra nuestra.
Como resultado aparece el miedo, que se expresa en forma de preocupaciones, ansiedad, angustia y tensión. Estas emociones surgen siempre de alguna forma de apego y no sólo agotan nuestra energía sino que, con el tiempo, polucionan nuestras relaciones. Donde encontramos la energía negativa de tales emociones en nuestra vida, la solución siempre es desapegarnos.
Depende de tí lo que consumes, lo que haces de tu vida y cómo la enfocas. Lo que pasa dentro de uno lo decide uno mismo, siempre que no tenga dependencias hasta el punto que permita que otras personas le influyan. Las dependencias hacen que permitas que esas personas manden sobre tu vida. Eres tú quien ha colaborado a que se generen y lo estás permitiendo, e incluso a veces sigues nutriendo la dependencia. No te quejes de tu propia creación.
Reflexiona lo que pasa con tu amor. Si estás con una persona que por amor te agobia, te controla y te exige, ¿cuánto vas a aguantar y a qué precio?. Tú puedes ser libre y feliz. Si no hay libertad no hay felicidad y ¿qué sentido tiene vivir amargado toda la vida?.
Aprende el arte de amar y de ser libre, sin miedo, sin frustraciones. Para ello necesitas cultivar el arte de la flexibilidad, de adaptarte al cambio; has de ser tolerante, lo cual no significa aguantar, sino comprender al otro y amoldarte a la situación sin perder tu propia integridad y dignidad. Si para amoldarte a la situación o a otra persona, a sus exigencias, sus dependencias, has de perder tu dignidad, eso no es amoldarse, sino caer en su influencia, incluso puede llegar a ser sumisión, en la que estás en un estado de víctima.
¿Es posible amarnos y ser libres al mismo tiempo?. Sí.
Para alcanzar ese estado en una relación se requiere de una gran sabiduría. La mayoría de las personas se aman y se atan. Así pierden su libertad. cuando se pierde la libertad, se aleja la felicidad, y el verdadero bienestar da paso al malestar.
Para liberarnos de la tendencia a depender, debemos tener un corazón fuerte, capaz de renunciar a su egoismo; un corazón que no tenga nada que esconder y que, por consiguiente, deje a la mente libre y sin ningún temor; un corazón que esté siempre dispuesto a aceptar nuevos datos y a cambiar de opinión, que no se aferre a creencias cerradas, a datos obsoletos. Un corazón que cultive buenos sentimientos, limpio de rencor.
Cultivando los verdaderos valores -la paz, la serenidad, el amor, la libertad, la solidaridad-, superaremos las carencias, nos sentiremos más fuertes y alcanzaremos la plenitud. Un corazón así acaba convirtiéndose en una lámpara que disipa la oscuridad.

Atreverse a vivir. Relexiones sobre el miedo, la valentía y la plenitud.
Miriam subirana.

1 comentario:

Gracias!!