Desde el principio hubo tambores que marcaban el ritmo del mundo: el sonoro oleaje incesante de la playa; las cuatro estaciones, sucediéndose una a otra; la llegada y partida de las aves; el oso que pasa durmiendo su etapa invernal.
Insondable el por qué, pero todo en el momento exacto.
Observa el latido del corazón en tu muñeca, el redoble preciso del tambor de la vida. Si pierdes el ritmo, enfermas.
Cuando expresamos nuestro deseo de unión reclamando nuestra pasión por la vida, los tambores de nuestros corazones llaman a otros.
Cuando hallamos alegría en los hechos cotidianos, recibiendo cada día con genuina excitación, atraemos a otros.
El don de un punto de vista positivo, es un imán seguro que crea curiosidad en los demás y despierta en ellos el deseo de descubrir esta clase de felicidad.
El tambor del corazón toca una melodía que no se puede negar cuando hay también luminosidad en nuestros pasos y nuestros ojos centellean.
Los Antepasados llamaron a este estado "Caminar con la Belleza".
Cuando una persona camina por la vida de esta manera tan alegre, ha encontrado la unión con el Yo y puede compartir ese amor con otros.
El tambor de su corazón llamará a los que pueden reconocer el espíritu de la canción del corazón feliz.
El tambor de nuestro corazón no puede llamar a almas tristes o miserables cuando está repleto de alabanzas.
Amidala Padmé
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